Noches de alcohol y graves excesos

Los adolescentes empiezan a consumir con 13 años, bebidas más fuertes y en menor tiempo; esto lleva a comas alcohólicos, descontrol y alarmantes situaciones de riesgo Noche de primavera. Costanera. Una fiesta de egresados más en Pachá. ¿Serán todas iguales? A la 1 de la mañana, la zona es invadida por colectivos estudiantiles que despachan adolescentes sin tregua. Música al mango, alcohol, botellas, gritos, silbatos, saltos de excitación.

Grupos de 20, 30, 40 y 50 chicos bajan unas ocho cuadras antes de llegar, a la altura de Tierra Santa. Porque la joda es tomar antes de entrar. Porque adentro no se puede. Y rápido. Y con algo que pegue.

Tienen 15, 16, 17 y 18 años. Algunos menos. Y las botellas son de vodka, de Fernet, o de gaseosas rellenas con líquidos multicolores. Se ubican en esquinas, en puntos estratégicos, a la sombra, ¿escondites?, para tomar sin límite.

La gente que sale de cenar de los restaurantes chic de la zona se cruza con hordas de adolescentes que tienen un único objetivo: perder el control.

Cantan, saltan, fuman cigarrillos o porros, se abrazan, se ríen. Ahora es todo diversión. Más tarde llegarán los vómitos. Mientras tanto, la Policía circula sin hacer nada.

Algunos chicos cruzan la Avenida Cantilo para descargar la vejiga mirando los aviones de Aeroparque. Peligro y más peligro. Otros ya empiezan a acercarse al boliche. En el camino hacen fondo blanco. Porque saben que la seguridad los revisa. Que no los deja entrar quebrados. Hacen la cola. El look de las chicas es short y musculosa. Ellos prefieren el jean y la remera.

Las egresadas llegan eufóricas en el «Trencito de la Alegría» a las 1:20. Eluden la fila e ingresan como en trance.

Al lado, una chica arrodillada en el piso vomita, se agarra la cara. Su amiga, que la sostiene y consuela frotándole la espalda, sabe que no van a poder entrar. Que se quedó sin noche.

Adentro, explota la fiesta. Afuera, unos pocos padres merodean en la puerta para intentar controlar algo, o para, al menos, calmar su conciencia. A las 2 ya todos enfilan para Pachá. Es hora de entrar.

«Yo arranqué a tomar bastante tarde y todos los demás arrancaron antes. La primera vez medio que mis amigos me obligaron porque era mi cumpleaños. Estaba cumpliendo 17. Nunca había tomado antes así que con muy poco ya estaba en pedo. Hoy las mujeres toman vodka y los hombres Fernet», dice un adolescente de 18 años camino al boliche, botella en mano. Se le traba un poco la lengua, no quiere que le saquen fotos.

Luis, chofer de un servicio de combies que sale de diferentes countries con rumbo a boliches y fiestas, aporta su testimonio. «Siempre te piden que los bajes un par de cuadras antes, nunca en la puerta. Cuando viajan conmigo no toman porque si yo los veo paro la camioneta y los hago bajar. Para mí lo llevan en los bolsos y cuando bajan, esas dos cuadras antes de entrar se toman todo. Por eso llegan dados vuelta. Y muchas veces vomitan antes de entrar», cuenta. Suele llevar a chicos de 14 a 17 años, menores de edad, y eso le genera mucha responsabilidad. «En Pachá son muy estrictos y no los dejan tomar adentro. Un día se me descompusieron dos chicos y los de seguridad llamaron a la ambulancia, a los padres y se involucraron de manera muy profesional. Uno de los chicos tuvo un coma alcohólico. Se ve que cuando se bajó de la camioneta se tomó todo», cuenta Luis.

Las fiestas de egresados son uno de los tantos cheques en blanco que los adolescentes reciben para tomar sin presencia adulta. También están las previas, las fiestas de 15, las noches en la plaza.

Es que las cifras asustan. Según el «VI Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas en Estudiantes de Enseñanza Media» elaborado en 2014 por el Observatorio Argentino de Drogas (OAD), dependiente de la Sedronar, 13,4 años es la edad promedio en la que los chicos prueban el alcohol. A su vez, el 42% de los adolescentes de 14 años o menos reconoce haber bebido alcohol en el último mes; igual que 71% de quienes tienen entre 15 y 16 años; y 80% de los de 17 años y más.

La problemática llegó para quedarse. Y es cada vez peor. Más extrema. Más al límite. Más cerca de la intoxicación y la muerte. Porque los chicos buscan el efecto farmacológico del alcohol. Alcanza a más adolescentes, a edades más tempranas y con modalidades más inquietantes. Los menores entrevistados revelan que consiguen alcohol sin problema, que les divierte grabarse borrachos, que está de moda emborrachar a las mujeres para generar situaciones sexuales y, en muchos casos, grabarlo para subirlo a Internet.

En términos de qué consumen, el mencionado estudio de la OAD señala un aumento del uso combinado de psicofármacos y alcohol, y que las bebidas energizantes son la sustancia más consumida alguna vez en la vida en adolescentes de 14 años o menos.

«Antes la sustancia de inicio era la marihuana y ahora es el alcohol, básicamente por una cuestión social y porque el marketing ha sido de tal sofisticación que generó una creencia ilusoria de la inocuidad del alcohol. Hace 30 años lo que más se consumía era vino en la mesa familiar. Hoy los chicos lo hacen solos, sin supervisión, arriba de un parlante y sin estar ingiriendo alimentos que apacigüen el efecto de esas bebidas», sostiene Carlos Souza, presidente de la Fundación Aylén y Director del Programa Logos.

El abuso del alcohol en adolescentes atraviesa absolutamente todos los niveles sociales, económicos y culturales. Con una u otra sustancia, más cara o más barata, todos están expuestos. El problema no es sólo que empiecen a tomar antes, sino cómo toman. «Hace 20 años nos preocupábamos cuando veíamos a una persona de 30 años con 3 gramos de alcohol por litro de sangre, que estaba con un cuadro de intoxicación importante pero no era un coma. Hoy se ha reducido drásticamente a la mitad la edad de inicio, esto lo vemos a los 14 o 15 años y con 6 o 7 gramos de alcohol por litro de sangre. Es decir, no solo bajó a la mitad la edad sino que se duplicó la concentración de alcohol que tienen. Esto se dio porque cambió la modalidad de consumo. Hoy lo que más se consume es vodka y Fernet, que son las bebidas que tienen más gradación alcohólica. La mezcla con bebidas energizantes o gaseosas hace que ingieran cantidades de alcohol más grandes sin percibirlo. Pero el organismo, lo tomen acompañado con algo o solo, discrimina claramente cuál es el alcohol y genera una alta concentración en sangre. Esto hace que veamos chicos con casos mucho más graves de intoxicación», dice Carlos Damin, Jefe de Toxicología del Hospital Fernández y Director de Fundartox, a la vez que aporta algunas cifras al fenómeno. En 2014, el 31% de los accidentados en hechos viales que llegaron al servicio del Hospital Fernández dieron positivo de consumo de alcohol o cocaína y de los 1709 intoxicados que tuvieron por alguna sustancia, 61 tenían entre 11 y 15 años y 349 entre los 15 y los 19.

Además, alerta sobre la primavera-verano como la peor época de excesos. «La fiesta del Día del Estudiante es la que marca el inicio de toda una época de fiestas que terminan en enero. Ahora también tenemos las fiestas raves en donde se consumen todas las sustancias sintéticas, derivadas de la metanfetamina, el éxtasis y la cocaína rosa. Ahí los chicos son un poco más grandes, tienen más de 18. Después, el consumo de alcohol, cocaína y medicamentos se sostiene durante todo el año», afirma Damin.

Pedro (no es su nombre real) es un adolescente de 14 años que vive en Barrio Norte. Empezó a tomar a los 13 en sus vacaciones en Miramar. Después de que llegara borracho a su casa una madrugada, sus padres se preocuparon, lo mandaron a un psicólogo especializado en adolescentes y hoy encuentra formas más sanas de divertirse. Una historia con final feliz, podría decirse. Lamentablemente, no todas terminan así. «En los veranos tenés más libertad y salís todos los días. Yo empecé con unos amigos tomando primero cerveza. Y rápidamente pasamos a cosas más fuertes. Arrancamos porque ya estaba armado el plan de que ese verano se iba a tomar todas las noches. Yo había empezado a tomar alcohol y estaba manija», dice Pedro, a la vez que explica que el grupo de chicos de 14 a 16 queda al medio de las salidas nocturnas porque para la matiné son muy grandes y para el boliche son chicos. Entonces, el programa es tomar.

«Antes la previa era una previa para hacer otra cosa, y ahora el programa es tomar en la casa de algunos de los chicos que los padres no estén. Hay chicos que se ponen en pedo porque les sirve de excusa para encarar a una mina. Y si no les da bola, dicen que era porque estaban en pedo. Y a las chicas les sirve para justificar que chaparon con alguno. En los varones es mucho más fuerte esto de que si no tomás sos un boludo. Por ejemplo, en la fiesta de egresados de mi colegio, de 80 chicos, 70 estaban en pedo. La otra semana fui a una fiesta de 15 en el Buenos Aires Design y yo pensé que los varones eran los que iban a estar pasados y me sorprendió la cantidad de mujeres que había borrachas», agrega Pedro, preocupado también por algunas prácticas que se pusieron de moda: «Es muy popular el desafío de poner en pedo a una chica de nuestra edad. Conozco el caso de una chica que fue a la casa de un pibe, que la puso en pedo y ella le terminó haciendo sexo oral. Otro amigo la filmó y se terminaron haciendo virales los videos. Hasta la familia los vio. Ella dice que no se acuerda de nada. Pero estuvo re mal durante un tiempo», cuenta este adolescente al que le ofrecieron marihuana en una ronda de amigos y no quiso probar.

El alcohol está al alcance de la mano. Lo consiguen muy fácil. Las mujeres toman vodka con naranja. Los hombres, Fernet con Coca-Cola. Lo demás, aporta a la mezcla. A veces sin haber comido. En general, de mala calidad. Pedro no llegó a ese extremo pero sabe de chicos que terminaron en el hospital porque se pasaron de alcohol y vio a muchos otros meterse los dedos en la boca para vomitar. «Lo que yo no puedo entender es por qué tenés que acostumbrarte a tomar algo que no te gusta. Los pibes te dicen que al principio no les gustaba pero después se acostumbraron. Es como si dijeras, al principio no me gustaba tomar lavandina pero después me acostumbré. Es una locura. A nadie le gusta tomar pero lo hacés para cumplir. Es muy loco porque no es algo rico y la mayoría lo toma igual. El alcohol te pone más violento, más depresivo también y hay veces que nos cagamos de risa y es divertido. Perder el control es como algo nuevo que te sorprende pero no es algo que hoy necesite. Fui a pres y me emborraché pero ahora no me prendo porque ya no me divierte ver a mis amigos en esas situaciones. Además, soy el capital de mi equipo de rugby y tengo que dar el ejemplo. A mí me gusta tomar una cerveza con mis amigos y lo habré hecho dos veces en el año pero lo importante es que la diversión no pase por el alcohol», explica Pedro, que sigue haciendo terapia y siente que puede hablar de cualquier cosa con sus padres.

Es cierto que no todos los adolescentes abusan del alcohol ni llegan al límite de intoxicarse. Por eso es importante detectar los factores de riesgo que pueden llevar a los chicos a recurrir al alcohol para divertirse o solucionar sus problemas. «Hoy en día existe una primera etapa de experimentación, una segunda de uso no problemático del alcohol, una tercera de uso problemático y la cuarta de adicción. El recorrido se hizo más complejo y más largo. Puedo tener un experimentador al que si le sumo que no le va bien en el colegio, no tiene una familia presente, no tiene motivaciones sociales o deportivas, ni proyectos, eso que podía quedar en una experimentación, pasa a otro plano», advierte Souza.

En cuanto a cuál es el principal motivo que lleva a un chico a tomar, los especialistas y los propios adolescentes sostienen que es la presión social y la curiosidad: «los puntos más riesgosos para las adicciones son las etapas de transición y la adolescencia es la mayor transición que existe. En este período, el sentimiento de pertenencia es muy importante y por eso es tan difícil ir contra la corriente», dice Souza.

Damin coincide en que hay chicos a los que no les gusta tomar pero lo hacen presionados para no ser excluidos de sus grupos. «El objetivo es emborracharse, es perder el control. Incluso nos han dicho que les gusta ponerse así para que un amigo los grabe y subirlo a Internet, para ver cómo es el descontrol propio visto por otros. Los chicos consumen grandes cantidades de Fernet, cerveza y vodka, mezcladas con bebidas energizantes. Las mujeres toman más tequila. Y a veces, este consumo se potencia con psicofármacos, llegando a un coma. En algunos casos los chicos toman el comprimido antes y no en la jarra loca y creen que así no se mezclan. Pero no es así porque a veces el efecto del comprimido permanece hasta 20 horas en sangre. Hemos tenido algunas muertes de chicos que mezclaron alcohol, con éxtasis y energizantes, esta es una mezcla explosiva, porque genera muchas arritmias cardíacas que ponen en riesgo su vida».

El alcohol reduce los mecanismos de defensa y aumenta los riesgos. Pero además, en los más chicos, tiene efectos biológicos. Porque su organismo no está preparado. «La gente subestima los efectos del alcohol porque como al día siguiente está recuperada supone que no pasó nada. Y la realidad es que las manifestaciones de las intoxicaciones alcohólicas se ven con el tiempo, sobre todo si éstas se producen en adolescentes, ya que en ese caso el impacto es sobre cerebros que están en formación. Hasta los 21 o 22 años los cerebros todavía se están desarrollando. Las intoxicaciones alcohólicas producen muertes neuronales. No se ven en una intoxicación pero a lo largo del tiempo vamos a tener problemas mucho más tempranos que si no hubiéramos tenido intoxicaciones. Y está comprobado que el alcohol produce un deterioro neurocognitivo, alteraciones de la memoria, atrofias cerebrales, un achicamiento del cerebro como ocurre en los ancianos, con cuadros demenciales. También hay consecuencias claras en el hígado, enfermedades como la hepatitis tóxica, la cirrosis alcohólica y el hígado graso», detalla Damín.

Pero además, el especialista señala al alcohol como la sustancia «portero» porque facilita el decir sí a cuestiones que los adolescentes hubieran dicho que no: facilita el acceso a sustancias ilegales, a embarazos no deseados y a situaciones de abuso sexual, entre otras.

En este punto, Adrián Dall´Asta, fundador de Proyecto Padres – organización que brinda charlas de prevención de adicciones en las escuelas – y que está en permanente contacto con adolescentes, cuenta que la gran mayoría de los chicos dicen que toman porque así se animan a hacer lo que no harían si no tomaran. «En realidad la razón de la desinhibición tiene que ver con tener una situación sexual. Y muchas veces las chicas te confiesan que en una noche ni siquiera saben qué pasó. Saben que pasó algo pero hay una especie de pacto de silencio que se asocia a muchas cuestiones del alcohol: los viajes de egresados, las fiestas, las previas, las combies que salen de los barrios cerrados y countries. Entonces hay muchas de estas situaciones en las que los padres eligen mirar para el costado, y en vez de hacerse cargo se hacen los boludos. No encuentro un adjetivo mejor», dice convencido.

María, 15, (no es un nombre real), probó cerveza por primera vez hace 4 meses. «La compramos en el supermercado chino. Era la primera oportunidad que tenía para tomar y probé. Me daba intriga. No volví a tomar. Todos los chicos de nuestra edad probaron alguna vez. Hace unos meses vi a una chica que conozco que se desmayó en el boliche y se la llevaron arrastrada. Me re pegó. Parecía muerta. Hace un año el alcohol no existía en mi entorno y ahora lo veo todo el tiempo. Es increíble cómo cambian las cosas en tan poco tiempo», cuenta. A la vez que agrega: «el otro día un amigo me contó que su mamá sabe que él toma y fuma pero no le dice nada. De hecho, la otra vez vomitó enfrente suyo y no pasó nada. Y la explicación es que como ella hacía lo mismo a su edad, no le puede decir nada. Un horror. Vos sos como son tus viejos. Ellos son tus referentes».

Todos los especialistas consultados coinciden en que los padres deben educar con el ejemplo, que no sirve decir una cosa y hacer otra, y que es muy importante que los adultos también revean cual es su relación con el alcohol. Marithu Seitún, en su libro Latentes, afirma que «no solo hacemos los adultos estas mismas huidas con nuestros hijos sino también con el resto de la familia, amigos y con nosotros mismos delante de ellos. Y los chicos aprenden mil y un caminos para esquivar el dolor, y a no usarlo para crecer y fortalecerse; abro la heladera y como algo cuando estoy angustiada o aburrida, tomo un vasito de vino cuando me siento medio triste, busco una pastillita cuando estoy nerviosa, salgo a comprarme algo de ropa cuando tuve un disgusto grande, prendo la tele o me conecto a Internet cuando me siento ansiosa».

¿Qué pasa entonces con los padres? «Los adultos son grandes consumidores de alcohol y muchas veces se desvían de la ruta. No se puede esperar algo muy diferente de un joven que no concibe el divertimento sin alcohol. Los padres están desorientados frente a jóvenes que manejan códigos diferentes, que no saben poner límites ni establecer territorios de contención. Se cayó en un status quo de relativización de todo. Los padres buscan cada vez más no caer en zonas de tensión. En un mundo cada vez más estresante desde lo socio-laboral no quieren sumar un conflicto más. Y tienen miedo a perder el amor de sus hijos», sostiene Souza, para quien es necesario negociar con los hijos a través del diálogo, explicarles y enseñarles sobre el uso responsable más que caer en las posiciones extremas.

Para Damin, el hecho de que los chicos estén tanto tiempo solos, agudiza la problemática. «El estar con los padres interrumpe el consumo. Se precisa más tiempo de los padres dedicados a los hijos, más cosas compartidas. Los padres tienen un grado de negación muy grande. El 78% está convencido de que a sus hijos no les gusta el alcohol. Siempre el problema lo tienen los amigos de sus hijos. Hay que hablar con los chicos cuando son chicos y tienen siete, ocho , nueve años y no esperar a que tengan 16. Lo primero que vemos de los papás cuando vienen a buscar a sus hijos al hospital es la sorpresa y la negación. También hay otros que preguntan si los pueden pasar a buscar a la mañana siguiente y eso te da la pauta de que están a la deriva».

Miguel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta, sostiene que son más proclives al abuso recurrente de alcohol los chicos cuyos padres se ocupan poco de ellos o que cuando se ocupan pretenden controlar más que cuidar y acompañar. «Los padres tienen que tranquilizarse y perder el miedo. Tienen que cuidar a los hijos marcando los territorios, ofreciendo confianza en sí mismos y en sus hijos, no temiendo ejercer la autoridad. También es importante interesarse en la vida de los hijos de verdad, acompañar ofreciendo la información con serenidad, evitando volcar miedos y ansiedades sobre ellos. Eso no ayuda y sólo le genera mas angustia a los chicos».

Entonces el desafío consiste en ofrecerle a los adolescentes espacios y conductas positivas, que los motiven lo suficiente como para elegir no tomar. Pueden ser deportes, un voluntariado, una actividad familiar. «No sirve decirles a los chicos lo malo que es el alcohol. Bajan la persiana y dejan de escuchar. Hay que convencerlos de hacer algo más interesante, hacer con ellos algo más atractivo», sostiene Damin.

Y fomentar todos los espacios de diálogo posibles. Intentar que los chicos adquieran las herramientas emocionales necesarias para resolver sus conflictos, sin tener que caer en el abuso de alcohol: «Si queremos hacer lo posible para que nuestros hijos al crecer no necesiten recurrir a estas anestesias, tendremos que aprovechar muchas oportunidades para sostener sus dolores, preocupaciones, miedos, celos, enojos; cuanto mayor sea su capacitación emocional – que les permita saber, hablarse a sí mismos y hablar de lo que sienten y piensan o de lo que ocurre en sus vidas y así procesarlo -, mejor preparados estarán para enfrentar los contratiempos de la vida», concluye Seitún.

1709: Intoxicados en el Hospital Fernández

Esta es la cifra de personas que ingresaron por intoxicación de sustancias durante 2014. De estos, 61 tenían entre 11 y 15 años.

42%: De los menores de 14 años consumen alcohol

Según el estudio del Observatorio Argentino de Drogas de 2014, los adolescentes de 14 años o menos reconocen haber tomado alcohol en el último mes .

Factores de riesgo en los chicos

Personalidad con rasgos impulsivos

Baja tolerancia a las frustraciones

Cultura de la inmediatez y el vértigo por sobre la ética de la constancia, el trabajo y el esfuerzo

Baja autoestima y vinculación social negativa

Ausencia de pensamiento crítico

Falta de proyectos personales positivos y socializantes, actividad en instituciones deportivas o que promuevan el desarrollo de habilidades sociales

Desapego emocional frente a las situaciones vitales o conflictivas familiares

Cómo colaborar

Fundación Padres fundacionpadres.org

Maritchu Seitún www.maritchuseitunpsi.com

Fundartox www.fundartox.org

Valores Vivos www.valoresvivos.org

Fundación Aylén www.aylen.org.ar

Guía para padres

1 ¿Qué hago con la previa?¿En casa o afuera?

Recomendable: En casa con presencia de un adulto.

No recomendable: Afuera en boliches y asumir una postura «en casa alcohol no».

Explicación. La previa ya está instalada en los jóvenes culturalmente. Lo importante es estar informado y negociar cantidades según número de participantes y tipo de bebida. No caer en un «dejar hacer» y creer que se autoregulan. Hablar del tema antes del evento y establecer pautas. Informar. Beber rápido indica que se busca el efecto tóxico únicamente, beber medido, con pausas y comiendo algo en el transcurso es información importante. Es mejor grupos reducidos que grandes ya que en masa se potencia el riesgo y es más fácil de controlar.

2 Cada tanto toma «un poco de más», ¿qué hago?

Recomendable: Tomarlo como una señal de alerta y abordarlo sin dramatizarlo. Generar un diálogo sin reproches pero buscando conocer las causas.

No recomendable: Evitar «naturalizarlo» bajo la idea de que es algo normal, que a todos les ocurre cada tanto y tomarlo como un evento aislado.

Explicación. La borrachera en un adolescente puede ser una señal de un mal manejo accidental del beber o una búsqueda del efecto farmacológico que produce el alcohol. La diferencia entre estos dos tipos marca si hay un problema de fondo o es producto de un mal manejo como experimentador.

3 ¿Cómo me doy cuenta si hay un consumo ? problemático de alcohol en mi hijo?

Recomendable: Estar informado sobre sus hábitos, lugares que frecuenta, actividades y mundo emocional.

No recomendable: No tratar el tema previamente y esperar que se autoregule por sí mismo.

Explicación: Un consumo problemático es visible cuando se abandonan actividades saludables, las salidas son demasiado frecuentes , baja el rendimiento escolar y aparecen estados de irritabilidad.

4 ¿A que edad lo dejo beber?

Recomendable: La ley indica no beber antes de los 18 años pero es una ilusión. Mientras más tarde mejor. Actualmente suelen tomar a los 15/16 años o antes, lo cual es señal de alerta.

No recomendable: Creer que si toman tempranamente ejercitarán un autocontrol y preparación para el futuro.

Explicación: Más allá de la actitud de los padres los jóvenes beberán según la presión del grupo de pares, esto es muy variable. Lo recomendable es que ocurra después de los 16/17 años. Toda experimentación acarrea riesgos que son minimizados si el tema es hablado en casa previamente y educando sobre las formas de beber responsablemente.

5 Apareció borracho o me entero que eso ocurrió, ¿qué hago?

Recomendable. No tomar una actitud de reproche y sanción moral. Dar por sentado que algo no está funcionando bien en su vida y que requiere atención acompañándolo en la situación. Evaluar hacer una consulta teniendo en cuenta si es un episodio aislado o una repetición. Si es una situación aislada ver junto a él cómo están funcionando el resto de las áreas de su vida: educación, deportes, socialización y vida en casa.

No recomendable: Ni dejar pasar la situación ni poner límites punitivos como única alternativa.

6 Me contó que varios amigos se emborrachan y/o drogan, ¿Qué hago?

Recomendable: Es una oportunidad para instalar el tema y conversar sobre los riesgos del consumo excesivo de alcohol y sus consecuencias. Fortalecer y estimular el pensamiento crítico vinculado a que eso no es divertido ni para su amigo, familia y quienes lo rodean. Fortalecer su capacidad de decir «esto no lo quiero para mi». Evaluar según el grado de riesgo que vivieron sus amigos conversar con otros padres y el colegio.

No recomendable: Hablar sin su consentimiento con otros padres involucrados en el episodio, ni establecer juicios de valor sobre sus amigos o familias.