Los “transas” le desarmaron la casa para cobrar la deuda de su hijo adicto

“Hay días en que comemos y días en que no”, reconoció la mujer. La vivienda fue destrozada por el joven y los “dealers” Luisa es la madre de “Chicho”, con quien vive en el barrio Antena, y pide ayuda para rescatarlo de las drogasUn único motivo condujo a María Luisa Miranda hasta LA GACETA: implorar que ayuden a su hijo. El martirio que vive desde hace más de 10 años, a causa de la adicción a las drogas del joven, la sumió en un estado de desesperación del que no sabe cómo salir. “Necesito que alguien vea la situación en la que vivo y el abandono de mi hijo”, suplicó.

María tiene 49 años y dos hijos: Luis Edgardo (“Chicho”), de 28; y Yuliana, de 16. La mujer los crió sola porque su marido la abandonó cuando estaba embarazada de la menor. Pocos años después, el varón comenzó a consumir pasta base de cocaína. Los tres vivían en un módulo habitacional que les construyó el Gobierno en el barrio Antena de Alderetes, pero poco queda ahora de esa vivienda.

“Mi hijo destrozó todo”, lamentó la mujer. Las pocas cosas que el joven no llegó a vender para comprar drogas fueron arrebatadas por los “transas”, en un intento de cobrarse las deudas de “Chicho”. Según precisó María, en la casa solo quedan un brasero, que usa para cocinar, y una cama de una plaza, donde duermen ella y su hijo. “Se llevaron las chapas y los que venden la droga mandaron a sacar las puertas. Una gente me regaló unas chapas usadas, pero llueve más adentro que afuera”, describió.

“Chicho” pasa pocas horas en su casa. Su madre dijo que la mayor parte del tiempo está drogado, deambulando por las calles. “Varias veces me avisaron que mi hijo estaba tirado en algún lado y lo tenía que arrastrar hasta la casa”, recordó la mujer. Pero el mayor problema se presenta cuando el “paco” se acaba y el joven se pone violento.

Gritos y golpes
María contó que, en esos lapsos, su hijo se vuelve agresivo, comienza a gritar, a llorar y se autoflagela. “Se corta con todo lo que encuentra: vidrios, cuchillos, hierros… ahora está con un tajo en la pierna que él mismo se hizo”, señaló. “Hay momentos en que está peligroso para nosotras también”, alertó.

Yuliana es la que más sufre esos ataques. La adolescente tiene retraso madurativo y padece largas crisis de nervios cada vez que ve a su hermano en esa situación. La convivencia se hizo tan insostenible que a María no le quedó otra alternativa que sacarla de la casa.

“Tuve que alquilar una pieza para llevarme a mi hija. De día estoy ahí con ella y de noche vuelvo para cuidar mi casa, porque cuando no está mi hijo tengo miedo de que me la usurpen”, explicó María, siempre al borde las lágrimas.

El presupuesto no le alcanza a esta madre para pagar los $ 800 de alquiler de la pieza y alimentar a sus hijos, ya que su único ingreso es el pago que recibe por trabajar dos veces a la semana como empleada doméstica. “Hay días en que comemos y días en que no. Hoy, por ejemplo, no tenemos nada”, confesó con más dolor que vergüenza.

María quiere que internen a su hijo, aunque reconoció que no sabe si podrá recuperarlo. “Mamá, ya no puedo más, no tengo fuerzas para vivir”, le dice el joven durante sus escasos momentos de lucidez. El “paco” lo consumió de tal manera que sólo desea morir. “Con mi hija lo tuvimos que descolgar dos veces. Una vez se quiso ahorcar con un cinto, justo entré a la pieza y corrí para colocarle la mesa debajo y bajarlo. Y otra vez se ató con un cable”, recordó.

Pese al dolor que sufre y a que no tiene nada, María sólo pide una cosa: que alguien ayude a su hijo y lo aleje de la muerte.

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