Durante años, Mónica tomó alcohol a escondidas de su familia. Mientras se seca las lágrimas, cuenta que había ideado una forma de esconder y descartar las botellas que nunca nadie descubrió. Y que siempre guardó las apariencias en el call center donde trabajaba por temor a que la echaran. Con el tiempo, empezó a reconocer a otras que, como ella, intentaban camuflar cualquier marca que dejara el consumo. –Me daba tanta vergüenza lo que hacía que estuve mucho tiempo sin pedir ayuda –reconoce con un dejo de cansancio en la voz, en el patio de un hospital de Córdoba, mientras se cierra el abrigo, casi como abrazándose–. Intenté con una psicóloga, pero después no tuve plata para pagarle. Mientras Mónica se hundía en la desesperación, a cientos de kilómetros, en Chaco, Karen llevaba una semana sin dormir. Cuando los efectos de la cocaína empezaban a irse, volvía a tomar. Así, durante 150 horas. –Quería tratar mi adicción, pero tenía miedo hasta de contarle a mi mamá –reconoce mientras estira las mangas de su campera deportiva, como si la incomodara lo que cuenta. Entonces dice que si bien sabía que necesitaba internarse, esa seguridad amplificaba sus miedos– Como donde vivo no hay espacios gratuitos de internación para mujeres, ¿a dónde iban a mandarme? ¿Lo iba a poder pagar? ¿Quién se iba a ocupar de mis hijos? La pobreza impone sobre muchas mujeres una serie de cargas, como el cuidado de hijos y familiares. También las castiga con privaciones, como la falta de oportunidades de estudio o laborales. Y cuando en sus vidas se suma el consumo problemático de alguna sustancia, las mujeres se vuelven las grandes olvidadas de las políticas públicas.
Las estadísticas muestran que el porcentaje de varones y mujeres que consumen drogas es cada vez más parecido. Sin embargo, el sistema nacional para quienes no pueden pagar un tratamiento ni tienen obra social o prepaga parece decirles que ellas no merecen ayuda: hay solo 13 centros de internación preparados específicamente para recibir mujeres y están en apenas ocho provincias. Mientras que hay casi cinco veces más espacios exclusivos para varones: 63 Además, los 10 institutos de internación mixtos que existen están ocupados en su mayoría por hombres.
Provincias sin espacios de internación
La estadística de llamadas a la línea 141 para personas en consumo deja bien claro que las mujeres no se animan a pedir ayuda para sí mismas. Del total de personas que llamaron durante el primer semestre de 2023 porque alguien de su entorno tenía un consumo problemático, el 83% fueron mujeres. En cambio, cuando se analiza por género quiénes llamaron para pedir ayuda para sí mismos, ellas representan solo el 23%. ¿Por qué son tan pocas las mujeres que llegan a los espacios de tratamiento? En parte porque sobre el consumo problemático de sustancias pesa un fuerte estigma social. Y cuando se trata de mujeres, la condena es doble. Porque se alejan del estereotipo de cuidadoras, porque su transgresión está asociada con lo masculino. El lema de la Iglesia en su cruzada contra el narcotráfico es una síntesis de eso: “Ni un pibe menos por la droga”. Pero, entonces, a las mujeres, ¿quién las cuida? Además hay una razón estructural: casi no hay dispositivos pensados para ellas y los que existen están concentrados en el AMBA, según un informe hecho por la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación (Sedronar). En Santiago del Estero, Jujuy, Formosa, Tucumán, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco, San Luis, Mendoza, La Pampa, Río Negro, San Juan, Catamarca, Santa Cruz y Tierra del Fuego no hay dispositivos de internación para mujeres.
En esos lugares, si una mujer quiere internarse debe viajar cientos o más de mil kilómetros para conseguir una cama en otra provincia. Eso implica, de mínima, tener dinero para pagar el boleto. Pero además, si tienen hijos, muchas veces ese viaje deja de ser una opción: no hay quien los cuide si ellas se van. El desbalance entre dispositivos de varones y de mujeres tiene varias explicaciones. Por un lado, responde al hecho de que, históricamente, la principal demanda de tratamiento fue de los varones. Al tratarse de una problemática invisibilizada, desde las políticas públicas nunca fue prioridad buscar las mejores respuestas para acompañar a las mujeres. La directora general de Políticas Sociales en Adicciones del Gobierno de la Ciudad, Jésica Suárez, aporta otra razón: los dispositivos para mujeres son más costosos en términos operativos. Si las mujeres tienen hijos, no solo se requiere mayor espacio físico sino mayor articulación para cubrir las necesidades de esos chicos, como controles de salud, aplicación de vacunas, vacantes en jardines y escuelas. “Requieren mayor personal y una propuesta terapéutica que incluya la articulación con otros actores, por ejemplo, con espacios sanitarios para que las mujeres realicen sus controles ginecológicos”, explica.
Espacios de atención y tratamiento
Red de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación
● Línea 141. Es para una primera escucha y asistencia inmediata. Es anónima, gratuita y funciona las 24 horas. Depende de la Sedronar. ●Narcóticos Anónimos. Brinda atención gratuita y confidencial las 24 horas a través de su línea 0800-333-4720 o por WhatsApp al 1150471626. Desde su página web se puede asistir a una reunión virtual. ● Guía LA NACIÓN. Para informarte sobre más lugares donde pedir ayuda, a qué señales hay que estar alertas y cómo acompañar a un familiar, podés navegar la guía de LA NACIÓN sobre adicciones. CÓMO COLABORAR:
● Hogares de Cristo. Son una red de 200 dispositivos de tratamiento de las adicciones en todo el país. Reciben donaciones al alias TORNEO.MEDANO.CADENA. Se puede conocer su obra en su sitio web. ●Fundación Moviendo Montañas. Tiene un centro de acompañamiento para personas en consumo y queda en Córdoba. Recibe donaciones al alias FUND.MOV.MONT. Se puede conocer su obra en su perfil de Facebook.