La epidemia de apuestas online que se desató entre adolescentes

Son las 19.30. Bautista y Santiago están sentados atrás de una grada del club en donde juegan al rugby. A las 19.00 empezó el entrenamiento, pero el plan de hoy es otro: quedarse escondidos jugando “una fichita”. No es la primera vez que los chicos faltan al entrenamiento para jugar al casino online y apostar. Esta vez apostaron 100.000 pesos entre los dos jugando a la ruleta, están intentando recuperar la plata que perdieron ayer mientras jugaban en el primer recreo de la mañana. “A principio de mes cuando nos dan la mensualidad separamos 50.000 pesos para jugar a la timba. Hicimos un club, ahí estamos todos los que jugamos online y los que apostamos”, contó Bautista, quién cursa junto a Santiago quinto año de secundaria. Debido a que la apuesta online es una práctica ilegal para los menores de 18 años, todos los nombres de los menores entrevistados en esta nota, como Bautista y Santiago, fueron cambiados para proteger sus identidades.

Estos chicos son solo dos de los tantos menores que comenzaron a jugar y a apostar por partidos de fútbol. Las apuestas deportivas y el casino online ya existen desde hace un tiempo, pero según explicaron los expertos consultados por LA NACIÓN, durante la pandemia hubo un aumento de jugadores. Durante el Mundial, fueron miles los menores de edad, sobre todo hombres, que se metieron en el mundo de las apuestas deportivas y luego pasaron a la timba. Las posibilidades son infinitas: se puede apostar al resultado de los partidos, a la cantidad de goles, a los equipos más grandes y también a los menos conocidos. Dentro del mundo del casino, los juegos van desde el blackjack, a la ruleta, el poker y bingo, entre muchas otras opciones. Esta problemática tiene a las autoridades de los colegios muy preocupados y en alerta, ya que cada vez son más los alumnos que aprovechan los recreos para apostar y jugar. “El club de la timba”, de esta manera bautizaron al grupo de WhatsApp que reúne a 20 chicos de cuarto, quinto y sexto año de un tradicional colegio de San Isidro. Las pantallas de los celulares de ambos se encienden y se apagan a cada minuto: son las notificaciones del grupo que no cesan: “¿Quién está para jugar una fichita?”, “¿Alguno para una timbita?”, “Voy a sacar 40 lucas del pozo común”, “Suena el timbre y nos encontramos en la cancha de fútbol a tirar unas fichas”, son algunos de los mensajes que se pueden leer en la pantalla cuando se enciende. “Los que estamos en el grupo somos de los últimos tres años de secundaria, pero en primero, segundo y tercero también juegan. Mi hermano tiene 13 años y juega con los amigos”, contó Santiago.

En los grupos no hay ni una sóla mujer. Son todos varones menores de edad de entre 13 y 17 años. La mayoría juega con la mensualidad que les dan sus padres para cubrir gastos básicos como almuerzo y carga de sube. Otros apuestan con la plata que les dan sus familiares de regalo. Joaquín, alumno del mismo colegio, quien cursa el último año de secundaria, explicó: “Empecé a apostar en el Mundial, la mayoría empezamos en esa época porque todos queríamos medir nuestros conocimientos de fútbol y jugar un poco con la suerte”. Lorenzo, quien cursa el quinto año de un colegio privado ubicado en Belgrano, recordó: “El hermano de uno de mis amigos, que está en la facultad, empezó a apostar cuando empezó el Mundial. Mi amigo nos contó y nos sumamos todos los pibes”. Un vocero de la Asociación de Loterías, Casinos y Quinielas de la Argentina (ALEA) aseguró en diálogo con LA NACIÓN que en las plataformas legales, reguladas y autorizadas, sí hay control. “AllÍ los menores no pueden registrarse, existe la autoexclusión, límites temporales de permanencia en la plataforma, límites de dinero apostado, entre otras herramientas para controlar el juego compulsivo y el ingreso de los jugadores”, dijeron desde la asociación. Y destacaron: “Es preciso diferenciar la oferta de juego legal de la ilegal. El juego oficial al estar regulado y fiscalizado permite efectuar la trazabilidad completa de las apuestas. No hay anonimato posible y no está permitido el registro de menores de edad”.

Juan Gossen, director general de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires y coordinador del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos, explicó: “Todas estas herramientas regulan las plataformas legales, pero en las plataformas ilegales no existe ningún tipo de regulación. Tanto los casinos legales como los ilegales tienen una modalidad en la que te piden que vos hagas un depósito de 500 pesos para abrirte la cuenta, y después esos 500 pesos te lo devuelven en crédito. Los créditos son como fichas para apostar, después el jugador con los créditos puede jugar a la ruleta, a la tragamoneda virtual, al póker y a los distintos juegos en la modalidad virtual que ofrecen estas plataformas. Esto se da tanto en las plataformas ilegales como en las ilegales”. Sin embargo, Gossen explicó que en las ilegales uno corre mayor riesgo de sufrir una estafa porque cualquiera puede falsificar un dominio web, pedir un depósito de 500 pesos, después no entregar ningún crédito y desaparecer. El proceso casi siempre es el mismo: el jugador entra a la plataforma online, hace click en un link que lo direcciona a una chat de WhatsApp, pide para loguearse y luego le mandan un usuario, una contraseña y un CBU para transferir el dinero. “No te pide absolutamente nada, entonces puede apostar un niño de 10, 11 años . Sólo necesita acceso a una cuenta de Mercado Pago”, alertó. Lorenzó contó: “A mi me pidieron mi documento de identidad para guardar mis datos, pero ni les importó que fuera menor. Yo ni me preocupé por conseguir un documento de alguien mayor de edad porque sabía que esto funcionaba así por el boca en boca en los pasillos del colegio”.

La preocupación de los padres y de los colegios comenzó cuando los preceptores y tutores notaron que los chicos pasaban sus recreos con el celular y tras ahondar en el tema vieron que lo que hacían era apostar. Guido Bergman es médico cardiólogo y especialista en tabaquismo y adicciones. Brinda asesoramiento a familias e instituciones educativas para la prevención del consumo en adolescentes. “Este año empecé a incorporar dentro de las charlas esta problemática porque hubo gran demanda de algunos colegios que se dieron cuenta de que los chicos estaban apostando, pero no sólo eso sino que además se estaban endeudando”, contó el médico. Y detalló: “En determinados colegios ocurre incluso que algunas mafias se contactan con los chicos que tienen familias con buen poder adquisitivo y los invitan a apostar. Les abren una cuenta paralela, donde ponen plata para que ellos apuesten. Muchos de los alumnos pierden, se van endeudando y después los extorsionan para que paguen”. Eduardo, padre de uno de los chicos que se endeudó, que también pidió reserva de fuente, contó cómo fue cuando se enteró de que su hijo de 14 años jugaba a la ruleta en el casino online. “Nosotros notamos que él se estaba comportando de manera distinta, tenía comportamientos agresivos, se aislaba, pasaba más tiempo con el celular, pero pensamos que era parte de la adolescencia”, recordó. Sin embargo, un día llegó una carta del colegio en la que alertaban sobre este problema que se estaba viendo entre los alumnos de secundaria. En ese momento las alarmas se encendieron. “El día anterior la abuela de Ramiro nos llamó para contarnos que él le había pedido plata prestada, cuando habló de plata estoy hablando de más de 300.000 pesos”, detalló Eduardo. Y contó: “Ese día íbamos a hablar con Ramiro por el tema del pedido de plata que le había hecho a su abuela. Cuando recibimos el comunicado nos dimos cuenta de que la conversación era otra”. Bergman resaltó: “En las charlas cuando preguntas quiénes apostaron alguna vez te encontrás con que es mucho más predominante en los hombres que las mujeres. No es que todos lo hagan, pero hay un porcentaje importante que lo hace. Lo peor es que cada vez lo hacen a una edad más temprana, incluso antes de empezar a consumir alcohol, a los 12, 13 años”.

“Que los chicos comiencen a apostar desde temprana edad es muy peligroso por los mecanismos adictivos. Todas las personas tenemos un mecanismo dentro del cerebro que es un circuito de recompensa en donde uno libera dopamina constantemente en función de las cosas que le van pasando, ya sea felicidad o placer por logros que uno va consiguiendo”, explicó el médico. Y agregó: “Ese mecanismo adictivo cuando uno consume azúcar, tabaco, o alguna de las sustancias que son adictivas, rápidamente genera adicción porque se genera un circuito de recompensa. Ese circuito de recompensa es muy vulnerable en los adolescentes por eso las chances de ser adicto al juego se duplican o se triplican cuando uno comienza a jugar antes de los 20 años, porque todavía el cerebro no está totalmente desarrollado”. En este sentido, el experto aseguró que es mucho más probable que un adolescente que empiece a jugar se pueda terminar convirtiendo en un jugador compulsivo que una persona que empieza a jugar más grande. “Ramiro estaba muy angustiado con toda la situación. Nos enteramos que sus amigos también apostaban, pero ninguno tenía una deuda así. Él nos admitió que se había vuelto una obsesión jugar y apostar, que al principio sentía adrenalina, pero que con los meses se había vuelto una necesidad”, detalló Eduardo, quien además contó que su hijo había dejado de juntarse con sus amigos los fines de semana. Según contó el especialista en adicciones, los chicos pueden aislarse para jugar estos juegos en sus celulares, pero también lo que suelen hacer es juntarse en una casa y jugar todos juntos o faltar al entrenamiento de fútbol o de rugby para jugar. Débora Blanca, psicóloga especializada en juego compulsivo y directora de Lazos en juego, explicó: “Los chicos quedan atrapados por el acto de apostar, en la compulsión, empiezan a apostar dinero que era para el almuerzo, para comprarse los libros del colegio o empiezan a sacar de la casa o piden créditos en Mercado Pago porque tienen billeteras virtuales. La pandemia cambió fuertemente un montón de paradigmas y entonces en el mismo celular tienen la posibilidad de apostar y la posibilidad de pedir créditos. Al celular también les llegan las publicidades y las invitaciones a apostar”. “Las características de alguien que apuesta compulsivamente, sea joven, o adulto, tiene que ver con alguien que empieza a tener su cabeza monopolizada por el juego. Es una persona que en su vida empieza a darle un lugar excesivo a la práctica de apostar, entonces empieza a destinar mucho tiempo a esta práctica, mucho dinero también. Además, empieza a desinteresarse por lo que antes le gustaba hacer porque su cabeza está en el juego”, describió la especialista.

Alberto Alvarez, psicoanalista y psiquiatra, miembro titular de Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), explicó que la problemática pasa también por la facilidad y el acceso a la conexión a internet. Cada adolescente tiene su celular y conexión a wi-fi. Con tan sólo un click pueden acceder a todo. Pero también destacó que la promesa de ganar dinero rápido y fácil es otro factor que pesa en la ecuación. “Si son chicos que no trabajan usan el dinero de los padres, la mensualidad, o la tarjeta de crédito. Están apostando a lo fácil de la vida, todo tiene que ser ya para ellos. El no aprender de las frustraciones es una cuestión importante, es algo que impera en nuestra cultura, quiero todo y lo quiero ya. El juego puede ser una manera de lograr eso, una forma ilusoria”, explicó. Blanca agregó: “A finales de 2020 se legalizó, porque arrancó una oleada feroz de publicidades en los medios masivos de comunicación. El deporte y las apuestas están cada vez más enlazados. También hay que tener en cuenta que los chicos no consumen televisión ni radio y lo que consumen son redes sociales. Allí se encuentran con influencers que le hacen publicidad a los casinos virtuales y que lo que hacen es promover la apuesta” “Nosotros nos metimos por el hermano más grande de uno de los chicos, pero hay muchos que empiezan porque algún influencer lo recomendó. Hay muchos de los ex Gran Hermano que recomiendan en sus historias los casinos más conocidos”, dijo Lorenzo y opinó: “Es muy fácil acceder a todo esto, te lo dejan servido en bandeja y te tienta”. La mamá de Valentino, un chico de 14 años que va a un colegio privado en Pilar, mostró su preocupación por el tema: “Nos enteramos hace unos días que los chicos apostaban. Lo peor es que algunos padres varones lo sabían y los alentaban a apostar en deportes. La situación es preocupante. Lo peor es que nos enteramos porque una mamá los descubrió jugando a escondidas, se habían juntado después del colegio, como siempre”, expresó. Otra mamá del mismo grupo de amigos lamentó: “Siempre nos preocupó el consumo de alcohol, de drogas y ahora se suma el juego compulsivo”. LA NACIÓN consultó a distintos colegios de la Ciudad de Buenos Aires y todos dijeron estar enterados de esta problemática. Muchos de ellos ya dieron charlas de prevención y todos notificaron a los padres del nivel secundario sobre esta cuestión. En las cartas que mandaron a los hogares se habló de fortalecer la libertad de los alumnos para que no se dejen llevar por la presión del grupo, ni de influencias exteriores. También se pidió a la familias concientizar acerca de las consecuencias y riesgos que conlleva apostar. Además de conversar acerca del valor que tiene el dinero por el esfuerzo que implica obtenerlo. Un preceptor de un colegio de zona norte, que no quiso revelar su nombre ni el nombre de la institución, contó: “La preocupación es grande. En el colegio donde yo trabajo hubo que sacarle el celular a los chicos porque se ponían a jugar en clase”. “Tengo amigos que son preceptores en otros colegios y me contaron que sus alumnos también están adictos al juego, que se prestan plata entre ellos y que incluso dejan de comer, o comen menos para guardarse plata y jugar”, detalló.

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