Sobreviviente del avión uruguayo que cayó en la Cordillera, episodio del que se cumplen 45 años, dice que la felicidad es una búsqueda.
1. ¿Qué es ser un sobreviviente? Ponerle pasión y actitud siempre para salir adelante. No se trata de vivir una historia perfecta. De hecho nosotros nos equivocamos. Caminamos hacia el lado más lejano donde podíamos buscar ayuda, a tan sólo 10 kilómetros. Lo importante es darse cuenta que, aunque te equivoques, si ponés todo, vas a llegar igual.
2. ¿Qué te pasa cuando subís a un avión y hay turbulencia? No me pasa nada. Me tocó un agosto que había salido de Montevideo hacia México. Se venía un tornado y el avión no podía bajar en Ezeiza. Sonaban las alarmas. El problema no era yo. Era que las azafatas me miraban a ver qué iba a hacer. Al final bajamos, y al otro día me entero de que un tornado en Montevideo había roto todo.
3. ¿Suerte o destino? Cuando te tiene que pasar, te va a pasar. Así como no me morí en el accidente de los Andes porque mi amigo Rafael “el Vasco” Echavarren me cambió el asiento, me podría haber muerto en otra oportunidad. Le tocó a él y no a mí. Todo está en manos del de arriba.
4. ¿El miedo sirve para algo? Tiene que ser motor. Es como dar un examen. Hay que hacerse amigo del miedo. Me preocuparía el día que no lo sienta. Lo malo es el pánico. Porque paraliza.
5. ¿Estuviste peleado con tu papá, Carlos Páez Vilaró? Todos alguna vez nos peleamos con los padres. No es fácil ser “hijo de”. Los años de terapia me sirvieron para entender que yo iba por un carril y él, por otro. Papá era un gran egocéntrico. Pero terminamos con una excelentísima relación.
6. ¿Cuánto ayuda el humor para salir adelante? Adoro el sentido del humor. Yo soy el que hace los chistes en el velorio. Soy el personaje de La vida es bella. Mi cordillera va por dentro.
7. ¿Cuál es tu cordillera? Uy, tengo tantas… Después de los Andes me metí con el alcohol, con las drogas. Ser hijo de mi padre… Yo era un malcriado con niñera que no servía pa’ nada.
8. ¿La cordillera de las drogas y el alcohol es equiparable a la de los Andes? Quizá sea más dura. Salir de la droga fue más difícil que sobrevivir en la montaña. Para salir, tenés que conocerte a vos mismo. Y darse cuenta de quién sos es muy jodido. En Narcóticos Anónimos existía un grupo que me contuvo. Aprendí que el dolor compartido es menos dolor y la alegría es más alegría. Esto refrenda lo que hicimos en los Andes. Las dos historias de salvación son netamente grupales.
9. ¿Le tenés miedo a la muerte? Le tengo rabia. La muerte te corta proyectos. Con 63 años, me siento un pendejo. Vital y pasional. Tengo mucho por dar.
10. ¿Sentís que tenés una misión? Es un peso tomarlo así. Resulta pesado pensar: “¿Por qué me salvé? ¿Qué tendré que hacer para justificarlo?”. El día que me di cuenta de que no tenía ninguna misión, aparecieron las conferencias que doy por el mundo. Hablo de valores y supervivencia. Cuando me liberé, algo bueno salió.
11. ¿Le fe te ayudó? En los Andes, Dios era necesario. Si no te agarrabas de él, no tenías ninguna otra posibilidad. Dios aparece tangible cuando estás despojado de todo. Cuando no hay cosas materiales que prostituyen tu relación con él, como la plata, el celular… La espiritualidad aparece cuando no tenés nada.
12. ¿Y las personas que no creen? Hay un Dios que te enseñan en el colegio, el viejito de barba que anda por las nubes; y un Dios que aprendés en la montaña, que aparece cerquita y de verdad.
13. ¿Dios estuvo presente en tus compañeros de los cuales se alimentaron? No te quepa la menor duda. Es un ida y vuelta.
14. ¿Qué pensás de la moda de ser vegano? Se van a la conch de su ma… Yo como asado. No preciso ir a la India para tener espiritualidad. La tuve en los Andes. La pobreza de la India, nada tiene que ver con la nuestra. No me gusta la pobreza, te soy honesto. Sé lo que es pasar hambre y frío. Estuve a 25 bajo cero. Ahí te das cuenta del valor de las pequeñas cosas. En los Andes, soñaba con una naranja. Moríamos por tomar un licuado de frutilla. Es el escorbuto. Teníamos la necesidad de comer algo ácido. Estábamos con las encías sangrantes.
15. Después de una gran crisis, ¿siempre hay punto de retorno? Justamente la crisis es lo que te hace retornar. Me pasó con la droga. Cuando ya no podía más, dije “puta, después de haber peleado tanto por la vida, me estoy metiendo en un proyecto de muerte”. Entonces empecé a pelear para salir de ese infierno. Llevo 27 años limpio. No es menor. Ni garantía de nada.
16. ¿Qué te da paz? Una sola vez me sentí en paz. Fue al primer año de mi recuperación. Logré ese estado por unos minutos, media hora. Y nunca más. El divorcio de mis viejos, cuando tenía 13 años, me jodió muchísimo más que los Andes.
17. ¿Dónde están hoy tus amigos que se fueron? En mi recuerdo siempre. Los amigos de los 18 años son carne y uña, más que un hermano.
18. Las internas y celos en un grupo, ¿tienen solución? Siempre hay internas. Lo importante es que nos seguimos juntando a comer pizza con los chicos y los nietos. Muchos de los sobrevivientes le tenían celos a Nando (Parrado) porque él fue el verdadero protagonista de los Andes. El uno. Yo lo reivindico en mis charlas y por eso pido siempre un aplauso para él. Me salvó la vida.
19. Mucho se habló de tus peleas con otro sobreviviente, Roberto Canessa. Canessa es insoportable. Es imposible no pelearse con él (se ríe). Siempre decimos que Roberto no salió de los Andes, sino que lo echamos. A la gente le gusta ponernos el mote de apóstoles que bajamos de los Andes. Y nada que ver.
20. ¿Sos feliz? Lucho para alcanzar esos momentos que son la felicidad. Cuando comparto la historia y la gente la recibe, me siento pleno. Pero cuando celebro una buena conferencia y estoy solo, no. La felicidad es una búsqueda. Y es intermitente.
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